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Una habitación con vistas al mar

26-04-2017
Fundación Exit
Dicen que la vida es justo aquello que nosotros hacemos de la misma, una preciosa frase que creo esconde muchas acepciones tras los velos de cada una de las palabras que la componen. Autor: Sergi Hogaku Martínez  Esto debe ser en su esencia algo muy claro para mi, pues yo siempre supe que quería ayudar … Continued

Dicen que la vida es justo aquello que nosotros hacemos de la misma, una preciosa frase que creo esconde muchas acepciones tras los velos de cada una de las palabras que la componen.

Autor: Sergi Hogaku Martínez 

Esto debe ser en su esencia algo muy claro para mi, pues yo siempre supe que quería ayudar a los demás, porque cuando te das a todas las personas que más lo necesitan, de pronto es como si algo en tu vida cobrara un sentido real, ya sabes de esas sensaciones que no se compran ni con todo el oro del mundo, pero son tan valiosas que de alguna manera te hacen sentir feliz, y orgulloso de permanecer fiel a algo que te conmueve y te sitúa lejos de toda la tristeza que en ocasiones abriga nuestra realidad a manos de la incertidumbre y la corrupción.

Pero hoy no quisiera hablaros de tristeza, si no de todo lo contrario, quiero hablaros de felicidad y de cómo las personas unidas pueden realmente estar cambiando este mundo tan gris, para convertirlo en una habitación con vistas al mar, donde las cosas son sin mas un claro reflejo de ese espíritu de superación y a pesar de que en ese mar en ocasiones llueva o soplen fuertes vientos, acaba finalmente  por salir el sol y con ello de nuevo  llega la calma y entiendes que la vida es justo eso, la capacidad de hacer de cada segundo una vida en si misma, sin importar como vengan dadas las cosas.

Y es justo así como me sentí una soleada mañana de principios de Enero, cuando mis compañeros de la Fundación Exit se pusieron en contacto conmigo por segundo año consecutivo para que impartiera una formación  sobre alimentación sostenible.

La formación tendría una duración de cinco días para un grupo de chicos muy jóvenes que sin duda merecían una clara oportunidad para salir adelante y aportar al mundo todo su talento y buen hacer. Sin importar su etnia, sexo o procedencia, pues al final ¿qué más da todo eso, cuando se porta un corazón sincero y ganas de caminar hacia adelante sin mirar atrás ?

Por supuesto acepté el nuevo reto, y llegado el día al entrar de nuevo en las instalaciones de Exit supe que estaba justo donde debía estar, apunto de darme de nuevo a los demás y sentir que quizás podría aportar algo de luz a las vidas de aquellos chicos que no tardaron en entrar en la clase, tomando asiento sin saber muy bien de que iba todo aquello de la alimentación consciente. Pero allí estaban y eso era lo único importante para mí en aquel preciso instante, ya que yo siempre he creído que la vida no nos da aquello que deseamos, si no lo que en realidad necesitamos, así que nadie allí tenía nada que perder, todo lo contrario, mucho que ganar.

A lo largo de aquellos cinco días nos fuimos conociendo en profundidad y aprendiendo juntos, a la vez que debatíamos cada punto del temario y sin casi ser consciente de ello poco a poco observé como cada uno de ellos iba desarrollando una visión más crítica y consciente de la alimentación y del mundo en el que vivían, entendiendo la importancia de nuestras acciones y de cómo las mismas pueden llegar a perjudicar las vidas de otras personas lejos de nosotros. Observé también la compasión en sus miradas y cómo muchos de ellos a pesar de haber tenido una vida muy dura, querían hacer algo por cambiar la de otras personas, que quizás nunca tendrían la oportunidad de estar allí sentados, formándose para ser ese viento de cambio, que ahora todos podíamos ver desde esa habitación con vistas al mar, donde pude ver junto a ellos, como el viento dejó de soplar y las últimas gotas de lluvia se llevaron consigo un cielo gris, que finalmente se pintó de azul claro dejando que un rayo de luz alumbrara de nuevo en el camino de todos esos chicos, a los que una vez terminada nuestra formación, deseé en silencio toda la suerte de este mundo, pues creo la merecen y estoy convencido de que ya les ha sido otorgada, ya que en ocasiones aunque no somos capaces de entender muchas de las injusticias que suceden en nuestro mundo, no por ello debemos dejar de luchar por salir adelante y hacer de nuestros sueños la herramienta de cambio que este mundo necesita para ser mejor de lo que ahora es. Aunque eso no nunca me ha preocupado, pues ¿quién no desearía tener una habitación con vistas al mar…?

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